Friday, April 14, 2006




LOS TROLLEY



Circulan con parsimonia y elegancia por las principales calles de nuestra ciudad. Llevan su preciosa carga de pasajeros -viejos, niños, estudiantes, tranquilos hombres y mujeres- hacia sus diferentes destinos. Avanzan suavemente por las calles empedradas de adoquines, impulsados por la energía eléctrica que reciben de una red de cables extendidos sobre las calles, a través de dos suspensores conectados a ellos.


A veces, por un viraje brusco, los suspensores se sueltan de los cables, quedándose detenidos en la vía, sin energía. Entonces se baja el conductor y trata de conectar otra vez los tirantes para que el vehículo recupere su movilidad. Es frecuente que esta ruda tarea la realicen las damas conductoras.


Como los trolleys de Valparaíso, es preciso que las almas se conecten a Su Hacedor. Mucha infelicidad es causada por esa desconexión. Si todos procuráramos conectarnos a la energía Divina y recibiéramos la fuerza y el amor necesarios para vivir en armonía con nosotros mismos con el prójimo y con Dios, la nuestra sería una ciudad feliz.