Friday, April 14, 2006




LOS TROLLEY



Circulan con parsimonia y elegancia por las principales calles de nuestra ciudad. Llevan su preciosa carga de pasajeros -viejos, niños, estudiantes, tranquilos hombres y mujeres- hacia sus diferentes destinos. Avanzan suavemente por las calles empedradas de adoquines, impulsados por la energía eléctrica que reciben de una red de cables extendidos sobre las calles, a través de dos suspensores conectados a ellos.


A veces, por un viraje brusco, los suspensores se sueltan de los cables, quedándose detenidos en la vía, sin energía. Entonces se baja el conductor y trata de conectar otra vez los tirantes para que el vehículo recupere su movilidad. Es frecuente que esta ruda tarea la realicen las damas conductoras.


Como los trolleys de Valparaíso, es preciso que las almas se conecten a Su Hacedor. Mucha infelicidad es causada por esa desconexión. Si todos procuráramos conectarnos a la energía Divina y recibiéramos la fuerza y el amor necesarios para vivir en armonía con nosotros mismos con el prójimo y con Dios, la nuestra sería una ciudad feliz.

Sunday, March 19, 2006



VENTANAS DE VALPARAÍSO

Nada más hermoso que contemplar el puerto de Valparaíso en la noche. Es un verdadero joyel vibrando en miles de luces. Los poetas han cantado a Valparaíso en esa visión nocturna plena de nostalgia y poesía. Cada luz es un foco en alguna esquina de cerro o una ventana.

Uno de los tantos artistas que ha producido esta ciudad, se ha inspirado en esas ventanas iluminadas, tras las cuales ocurre el drama de la vida.

En una de ellas se aprecia la oscura silueta de un hombre o una mujer solitaria, o que anhela respuestas a una existencia que percibe sin sentido. Tal vez fue abandonada por su esposo, quedó viuda o nunca ha conocido el amor.

En otra ventana una pareja se ama, quizás son esposos o amantes furtivos, o una mujer es vejada y un niño llora.

Hay ventanas dolorosas y ventanas alegres. También las hay de formas ojivales, las de los templos; ventanas místicas, las de los que buscan y sirven a Dios.

Cada hogar de esta ciudad, como de toda ciudad del mundo, tiene su propio drama. Porque la vida está hecha de dolores y alegrías, de sufrimientos y felicidad, de frustraciones y éxitos, de culpas y perdones, nadie escapa al dolor. Muchos tratan de rehuirlo, evitarlo y hasta negarlo, pero es ley de la vida que en el mundo encontremos aflicción.

La clave para ser feliz es no quedarnos mascullando el dolor en la soledad de nuestras ventanas en medio de la oscuridad de la noche, sino que buscando a alguien capaz de compartir con nosotros ese dolor y esa carga.

Nadie mejor como socio en esta tarea que Aquel que dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". El Maestro ve a través de cada ventana, comprende nuestras miserias y desea consolarnos.

Pastor Iván Tapia
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Tuesday, March 14, 2006


LOS HERMANOS EVANGÉLICOS

En la geografía humana de Valparaíso se distingue el grupo conformado por las iglesias evangélicas, más específicamente “pentecostales”. Su nombre deriva de Pentecostés, aquel memorable inicio del cristianismo en que se manifestó un fervor religioso profundo expresado en hechos milagrosos, como hablar en otros idiomas, sanar de enfermedades e impactantes conversiones a la nueva fe.

No hay cerro, quebrada, calle o plaza de la ciudad que el domingo por la tarde y, a veces, también en la semana, no exhiba la presencia de un grupo de “hermanos” cantando himnos a Jesús, al son de guitarras, banjos y panderos, y proclamando la milenaria fe. Son predicadores itinerantes incansables, vestidos con decoro y mostrando valientes su convicción religiosa. Reparten con sencillez a quien pasa junto a ellos, folletos impresos con textos ilustrados del Evangelio llamando al arrepentimiento, los que ellos llaman “tratados”.

En lenguaje popular se les llama “canutos”, no siempre con la intención de herirlos. Más bien la palabra entraña cierta admiración hacia estas personas que no se avergüenzan de reconocer que, en pleno siglo XXI, ellos siguen creyendo en un Creador, un Salvador del hombre y un Maestro Resucitado.

El sobrenombre lo adquirieron por su vehemente misionero Canut de Bon, quien fue uno de los que trajo hasta Chile esta particular forma de vivir el cristianismo.

En los primeros siglos de nuestra era, en la ciudad de Antioquía, también se calificó a aquellos que tanto hablaban de un tal Cristo o Mesías, de sus palabras y milagros, como “pequeños Cristos”, es decir “cristianos”. No siempre un apodo es una ofensa. A veces es el reconocimiento que la sociedad da a un grupo selecto de personas.

Pastor Iván Tapia
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Friday, March 10, 2006











LA IGLESIA DE LOS DOCE APÓSTOLES

Hay un templo que atrae profundamente mi atención por los contenidos espirituales y artísticos que transmite. Es la llamada Iglesia de los Doce Apóstoles, ubicada en la Avenida Argentina en Valparaíso, a un costado del Congreso Nacional.

Desde el siglo XIX lo tenemos allí, transmitiéndonos con su arquitectura solemne e imponente, el mensaje de los Doce. De seguro, los arquitectos Eduardo Fehrman y Teodoro Burchard fueron inspirados no sólo por una estética de época sino también por una fe sólida, como firme es la impresión que nos deja visitar este templo. ¡Allí se puede sentir el firme fundamento de la religión cristiana!

Como a todos nos sucede en algún momento de nuestras vidas, el mencionado templo también sufrió un duro impacto en 1906, un terremoto que no lo derribó pero sí dejó huellas que hubo que reparar. Las personas y las construcciones humanas son igualmente zamarreadas por la naturaleza y por todo tipo de circunstancias. Es cuando se prueba la firmeza de los cimientos y la solidez de las convicciones en unas y otras.

Si bien es cierto a todos llama la atención la imagen sufriente de "El Cristo atado a la Columna", para quien escribe son muy provocadoras las columnas del templo y que llevan los nombres de cada apóstol: Simón Pedro, Andrés, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el Menor, Santiago el Mayor, Simón Zelote, Judas Tadeo y Matías, el reemplazo de Judas Iscariote.

Estos doce fueron los sencillos y comunes hombres escogidos por el Maestro para ser sus discípulos. Él los enseñó y formó para ser apóstoles, es decir enviados a cumplir una misión. Como las columnas de este templo, fueron edificados sobre el sólido fundamento de la Verdad, para sostener no un templo hecho por mano humana sino la Iglesia de Dios.

Pastor Iván Tapia
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Thursday, March 09, 2006









EL FARO


El faro Punta Ángeles es típico de Valparaíso. Fui educado en un liceo cuyo escudo era un faro sobre una roca iluminando la oscuridad. Por cierto, un símbolo de nuestra falta de experiencia, como jóvenes, y la ignorancia de tantos saberes. Nuestro liceo, es decir sus profesores, eran los que daban luz a las mentes hambrientas de conocimientos de cientos de niños y adolescentes.

Tuve maestros memorables, con algunos de los cuales aún guardo una bella amistad. Hombres y mujeres que nos enseñaron a ver más allá de lo aparente, a descubrir la verdad en nosotros mismos, a atrevernos a dar pasos creativos que, aunque distintos a lo acostumbrado, son tan valederos y necesarios para que la humanidad avance. Eran nuestros faros, nuestras luces en la oscuridad, nuestras estrellas.

El faro ha pasado a ser, con el tiempo, también el símbolo de una universidad. El faro es real, alumbra por las noches el océano y orienta a los barcos para que éstos no encallen en las rocosas costas. Su luz potente gira en medio de la densa niebla del invierno porteño.

Del mismo modo nos ilumina en nuestro diario caminar Aquél Maestro ejemplar llamado Jesús, si sabemos abrir los ojos a su Presencia en todo momento; si somos capaces de abrir los oídos y escuchar Sus sabias palabras escritas en el Evangelio.

Pastor Iván Tapia

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Sunday, March 05, 2006





UNA CALETA DE PESCADORES

Mis primeros poemas los escribí en la adolescencia, frente a la caleta de pescadores El Membrillo. Contemplaba el vuelo salvaje de las gaviotas sobre la espuma, su lucha por atrapar en picada un dorado pez; la pereza de los alcatraces rascándose la barriga sobre las rocas; los botes y las redes tiradas despreocupadamente en la arena. En tanto, la faena de los pescadores era ardua. Varios hombres fuertes y de piel oscura, curtida por la sal y quemados por el sol, empujaban una lancha repleta de pescado. En otro lugar algunos más viejos remendaban redes o ponían las carnadas a sus lienzas o espineles. No faltaba una mujer, un niño y un gato. Todo esto bajo la mirada entre dulce y severa de la estatua de San Pedro, el pescador de almas.

Su figura nos recuerda la dignidad de esta profesión. Una vez en Galilea, el Maestro le vio arrojar la red al mar. Supo de inmediato que éste atraparía gran cantidad de almas en lo que restaba de su vida, almas para Su Reino espiritual. Así es que lo llamó prometiéndole "Sígueme y te haré pescador de hombres".

Los obreros de la mar saben quien es Pedro y que su Maestro les acompaña en su esforzada labor, que les guía en el océano y calma las tempestades de sus vidas.

Todos navegamos por este mundo convulsionado muchas veces con dificultad. La figura del pescador nos recuerda Aquel Otro Pescador que puede darnos la seguridad de la fe y la esperanza de alcanzar una meta gloriosa.

Pastor Iván Tapia
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Saturday, March 04, 2006

LOS ASCENSORES DE VALPARAÍSO

Los entendidos rectifican que el nombre correcto de estas casitas con ruedas que se deslizan por las quebradas de Valparaíso, es el de "funiculares". Son elevadores que conducen, entre ruidos de latas y las exclamaciones de los sorprendidos turistas, hacia zonas más elevadas de la ciudad. Los llamados "ascensores" comunican los cerros con el plan. Son muchos y antiquísimos. Es hermoso apreciarlos en movimiento como cajitas multicolores, llevando pasajeros, apenas suspendidos por un cable de metal.

Asimismo es nuestra vida: un diario traslado del cerro de nuestros sueños y altos ideales hasta el plano real de lo cotidiano. Un hilo invisible une ambas acciones humanas: la aspiración espiritual y la cruda realidad. Vivimos en un ascensor, habitamos entre los sueños y el trabajo, entre las alturas y los llanos, consagrados al cielo o a la tierra. ¿Cuál es el elevador que nos conduce de una a otra realidad?

Cada persona tiene su respuesta. Para algunos el trabajo pasará a ser de un medio de subsistencia a un motivo de realización personal. Para otros será el Arte el modo de resolver el dilema, haciendo de éste ese instrumento que les permitirá sublimar la realidad y observarla a través del ojo de la Estética y la creatividad. Hay quienes preferirán la Política como un medio de traer al plano de la vida los más grandes ideales de justicia y libertad para el ser humano. Otros hallarán en la Ciencia su perfecto balance y explicación de la realidad.

Y no faltará quienes creamos que el cable que une la alta esfera de la espiritualidad con el plano material es sencillamente la fe. Ésta es confianza en Alguien superior, creer que somos más que materia pensante, que somos seres creados y necesitados de un elevador que nos lleve al territorio del descanso, el perdón, el amor y la esperanza.

Sin duda los ascensores nos hablan cada día y son algo más que objetos turísticos, pintorescas casitas en movimiento perpetuo.
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Wednesday, March 01, 2006






EL VALLE DEL PARAÍSO


Se dice que el nombre de nuestra ciudad, Valparaíso, significa Valle del Paraíso. Alguna vez fue, tal vez, un lugar idílico, de vegetación exuberante, muchas aves, insectos y animales que habitaban sus quebradas y bosques. Además, la presencia de indígenas que se alimentaban de peces y mariscos, caza menor y la recolección de frutos. Sin duda era una forma de vida hermosa, un verdadero "paraíso".

Cuando nos remontamos al pasado, es frecuente que pongamos un manto de olvido sobre todo aquello que es desagradable. "Todo tiempo pasado fue mejor". Mas, si somos realistas, tendremos que reconocer que ayer, como hoy, también hubo dolor, hambre, dura lucha por la subsistencia, muerte de pequeños y de seres queridos, envidias, ansias de poder y control por parte de algunos, a veces injusticias; puesto que el ser humano siempre ha sido el mismo, a pesar de la llamada civilización.

El Paraíso es aquel lugar mítico donde, de acuerdo a la tradición cristiana, el hombre y la mujer convivían armónicamente en comunión con Dios, obedeciendo Sus buenos consejos; ese paraje llamado jardín del Edén, donde fue encargado a Adán cultivar y cuidar la tierra, además de poner nombre a todos los animales. Es decir que allí el humano fue dotado de lenguaje y pensamiento para poder nominar, descubrir y dominar la creación. Una hermosa misión que no ha cesado aún, a pesar de aquella caída que relata el Génesis y que consistió en desobedecer y querer ser como Dios.

Sin duda, el nombre de esta ciudad, es altamente evocador de aquella vocación de todo hombre y mujer en este planeta: recuperar el Paraíso perdido.

Pastor Iván Tapia
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Tuesday, February 28, 2006







UN PATRIMONIO ESPIRITUAL

Hace ya bastante tiempo se habla en Valparaíso del patrimonio. Gracias a los esfuerzos de ciudadanos visionarios y, porque realmente nuestra ciudad, enclavada mitad en los cerros que rodean la bahía y la otra mitad en lo que llamamos plan, es bellísima y pintoresca, se logró finalmente que fuera declarada "patrimonio cultural de la humanidad". Sus construcciones son centenarias, las callejuelas diseñadas para carruajes y carros sobre rieles del 1900; pero lo que más llama nuestra atención es esa arquitectura libre e improvisada en las quebradas y cerros, de una variedad de colores, increíble. Todo esto configura un modo pensar, sentir y ser muy especial: el porteño es de mente libre, creativo y soñador; quizás porque desde niños miramos y contemplamos esta ciudad a través de una ventana colgada del cielo, o porque nos desarrollamos bajando y subiendo, del cielo al mar y viceversa.

Valparaíso es nuestro patrimonio, su geografía, sus casas y edificios, sus gentes y también su vida animal. "Patrimonio" es, según el diccionario, el conjunto de bienes heredados de los padres o abuelos; es, también, el conjunto de bienes propios de una persona. Según esta declaración, entonces, Valparaíso, sus calles y sus cerros, pertenecen a nosotros, habitantes nativos del lugar. Por tanto hemos de amarlo y cuidarlo como nuestro hogar; cuidar su limpieza, su belleza, sus lugares históricos, sus templos, museos, hospitales, escuelas, plazas, etc.

Los que fundaron la ciudad, aunque hay quienes plantean que esto jamás ocurrió, trajeron una cultura cristiana, que con los años, por su naturaleza portuaria, acogió diversidad de credos. Hoy día, además del culto católico, la ciudadanía profesa la más variada paleta de creencias, tan multiforme como lo es su paisaje: luteranos, presbiterianos, metodistas, bautistas, pentecostales, por sólo nombrar iglesias cristianas. Esa diversidad habla de nuestro carácter marinero y curioso, siempre abierto a nuevas experiencias en el inmenso océano de la vida. Tal modo de ver, ecuménico y amplio, respetuoso de las diferencias y aventurero, hasta en las verdades espirituales, es otra gran riqueza de nuestro "patrimonio".

Pastor Iván Tapia