Wednesday, September 10, 2008


VOLANTINES

En septiembre elevamos volantines y cometas en los cielos arrebolados de nuestra ciudad. Se hacen competencias de quien logra alcanzar las nubes más allá de los bosques de eucaliptus o pinos, más arriba de esas casas encaramadas a los cerros, más lejos que el otro volantinero que amenaza con cortar con su "hilo curado" el tirante del mío.

En verdad es más que un cuadrado de papel colorido y liviano, con una estructura de varillas muy tensas y más que un agitado dibujo en la bóveda celeste de mi puerto. Es mi corazón que se alza sobre miserias y trabajos, al galope sobre el arco-iris y en pos de las gaviotas que en lo alto se burlan de nuestros afanes. Jamás olvidaré ese canto de libertad que sostuvo en sus manos un reo del antiguo cerro Cárcel, en el patio de la misma. Lo ví desde mi ventana y fui cómplice de su júbilo.

Sí, como él somos presos de tantas culpas y errores. ¡Qué daríamos por elevarnos sobre nuestra estatura y ascender a aquellas altas cumbres del amor, por sobre la pequeñez de una mirada llana y sin perspectiva! Necesitamos la visión aérea de la cometa, liberarnos del peso que nos agobia y levantarnos por encima del dolor, para acometer con otra mirada la vida. Sólo Aquél que fue levantado por sobre la Humanidad sufriente y pecadora, puede otorgarnos Su propia mirada, dulce y misericordiosa, para con nosotros mismos y el prójimo.

Friday, May 09, 2008


LOS CERROS DE VALPARAÍSO.

"Del cerro de Los Placeres yo me pasé al Barón, me vine a Cordillera en busca de tu amor..." ¿Quién no ha escuchado alguna vez, y hasta ha entonado, esta canción? Es que "La Joya del Pacífico" de Victor Acosta, popularizada por el cantante peruano Lucho Barrios, evoca en cada porteño las vivencias más trascendentales de su vida, casi todas vividas en algún cerro o colina de la ciudad, si no en la Plaza de la Victoria.
La mayor cantidad de población de Valparaíso se concentra en la altura, por tanto no hay quien no tenga esa mirada desde lo alto. Ver desde la infancia la bahía nos da una visión global y de pertenencia a una gran y hermosa ciudad, ubicada como en anfiteatro desde donde la escena que se contempla es siempre "las naves, al salir y al entrar" Tal vez eso marque en nuestra mente una forma de ser y de sentir soñadora, creativa e idealista.
Pero, lejos de esa visión romántica y hasta nostálgica de la ciudad, debemos reconocer que en ella se esconden muchos dramas. La pobreza es uno de ellos, poblaciones con niños desnutridos y enfermos, madres en iguales condiciones, además de la violencia y la decepción que generan en el hogar la cesantía y falta de educación. La delincuencia y la drogadicción allí tienen su principal origen. No culpamos a las autoridades ni a los empresarios, ni a los maestros, médicos y otros profesionales. Tampoco es justo achacar la responsabilidad a quienes sufren el problema. En verdad todos somos partícipes de esta condición en que se encuentra un alto porcentaje de nuestros vecinos. Esta pobreza material es resultado de nuestra pobreza espiritual. La indiferencia y el egoismo de todos, especialmente de quienes nos hacemos llamar "cristianos", es la raíz de esta miseria que también aqueja a nuestra ciudad.